El primero que se asentó en Nogoyá, a 107 kilómetros de Paraná y 117 de Rosario, fue Diego Cuello, uno de los máximos referentes de la banda de Los Monos, que después de cumplir su condena y salir de la cárcel con libertad condicional compró un campo en esa localidad entrerriana, a través de un abogado local. Cuello era el que manejaba en una chacra en Alvear, Santa Fe, los laboratorios de cocaína que había montado el clan Cantero.
El lunes pasado fue detenido en Nogoyá Cesar Lucente, un sicario ligado a la banda de Los Monos, que operaba bajo las órdenes de Marcos Jeremías Mac Caddon, un hombre que tenía una “franquicia” para la venta de drogas de Ariel “Guille” Cantero en la zona de San Lorenzo y Puerto General San Martín. Mac Caddon está detenido y declaró como “imputado colaborador” (figura que señala a un arrepentido) hace más de un año.
Lucente fue detenido casi por una casualidad, según advirtieron fuentes policiales de Entre Ríos. Este joven de 27 años concurrió a una comisaría de Nogoyá para hacer una denuncia contra el exmarido de su pareja por violencia de género. Un policía que estaba en la seccional, que había trabajado en tareas investigativas hace un tiempo, recordó que ese nombre le sonaba. Buscó en los registros y se dio cuenta que Lucente tenía pedido de captura por una causa de homicidio que se había originado en Rosario.
Nogoyá no sólo sirve de refugio para sicarios ligados a Los Monos. En mayo pasado fue detenido en esa localidad entrerriana Eric Rojas, un asesino a sueldo que estaba enrolado en las filas de Esteban Alvarado, líder narco que es enemigo de los Cantero. Romero, de 28 años, fue imputado por el crimen de Valeria Nasca, una mujer que había sido condenada como miembro de la banda de Alvarado, quien durante los últimos dos años ordenó de matar a varios testigos que declararon en su contra y que pertenecían a su organización.
Después de matar en una emboscada a Nasca el domingo 7 de mayo pasado, Rojas se refugió en Nogoyá, donde fue arrestado por una delegación de agentes de la Agencia de Investigación Criminal de Santa Fe que llegaron a esa ciudad para detener al sicario. Fuentes judiciales señalaron que Rojas se había asentado en Nogoyá y que viajaba de manera frecuente a Rosario.
El domingo 7 de mayo a 11 de la mañana Rojas arribó en un Ford Focus gris robado a un galpón ubicado en la calle Liniers al 2600 de Rosario, donde Nasca había llegado al lugar con su pareja, Jorge Benegas, ambos condenados como miembros de una asociación ilícita liderada por el narco Alvarado y de largo vínculo con él, para realizar la venta de una batea de camión. Benegas era la mano derecha de Alvarado que se intentó fugar en un helicóptero del penal de Ezeiza en marzo pasado.
En ese lugar la pareja alquilaba un galpón donde funciona una empresa de logística. Los peritajes determinaron que Rojas disparó once veces contra la mujer, que murió en el lugar y en el acto, para luego huir y abandonar el automóvil robado en calle Teniente Agneta al 2100 de Rosario.
Después de matar a Nasca, Rojas huyó sin rumbo conocido. Pero los fiscales Luis Schiappa Pietra y Matías Edery detectaron a través de intervenciones telefónicas que el joven de 27 años viajaba a Nogoyá de manera frecuente y establecieron que se había mudado a esa ciudad.
Las alertas de que engranajes ligados al crimen organizado empezaron a usar Entre Ríos como escondite se encendieron el año pasado, cuando Diego Cuello, un hombre relevante de la banda de Los Monos, se radicó en una zona rural de las afueras de Nogoyá, luego de salir en de la cárcel con libertad condicional.
En Entre Ríos empezó a generar preocupación que un jefe narco como Cuello decida mudarse a esa provincia, donde varias causas judiciales comprobaron la presencia de hombres clave del negocio criminal. La pregunta que se hacen en Paraná es si hay una expansión de Los Monos hacia Entre Ríos. El peligro es que la violencia se traslade a ese distrito.
¿Quién es Diego Cuello? Está considerado uno de los hombres más hábiles de Los Monos, aunque no es un nacido y criado en la banda narco. Siempre se sospechó que su perfil criminal estuvo volcado a la producción de droga y el montaje de cocinas donde se adultera la cocaína de máxima pureza, adaptándola al mercado popular, tanto por su precio como por su baja calidad.
Cuello tenía también la habilidad de zafar de la Justicia como casi ningún otro. Pero en octubre de 2015, en el último tramo de la gestión de Sergio Berni como secretario de Seguridad de la Nación, y en plena campaña electoral en Santa Fe, Cuello fue detenido tras una extensa investigación que desembocó en el secuestro de 600 kilos de marihuana, repartidos entre lo hallado en un depósito de la provincia de Corrientes y la carga de un camión interceptado en Chaco con destino a Rosario.
El decomiso fue la antesala de 44 allanamientos concretados en Rosario que se centraron en los presuntos destinatarios de la carga: la banda de Los Monos. Esa causa fue el debut en la justicia federal de la banda de Los Monos.
Cuello había sido absuelto dos meses antes de ser detenido por las fuerzas federales por el tribunal federal oral en el juicio al que llegó por el hallazgo de 17 kilos de cocaína en una quinta de Alvear de su propiedad. Allí funcionaba un laboratorio clandestino de cocaína, que se la conoció en la historia reciente como la narcochacra.
Cuello había quedado libre porque el allanamiento que había concretado la policía de Santa Fe, por orden del juez Juan Carlos Vienna, que instruyó la llamada megacausa de Los Monos, fue declarado nulo. En el operativo se viralizó una imagen que mostraba los intereses que perseguía la policía: un uniformado gritó la palabra “bingo” cuando encontró una bolsa negra, que presuntamente estaba llena de dinero. La plata nunca apareció en las actas.
Cuello dejó luego en una situación delicada al juez Vienna y a los policías de la División Judiciales, varios de ellos, condenados por pertenecer a la banda de Esteban Alvarado. En el expediente 913/12 figuraba que Cuello había declarado que los autores del crimen de Martín Paz, alias El Fantasma, en 2012, habían sido Los Monos.
Cuatro años después, cuando fue citado como testigo por la defensa en el juicio oral y público contra la banda de los Cantero, Cuello sostuvo que en ese documento lo único que era verdad era su nombre. Negó haber declarado contra Los Monos, pese a que el magistrado lo había amenazado para que lo hiciera. Lo extraño era que Cuello tenía como abogado al mismo que ejercía la defensa de Los Monos.
Este eslabón de Los Monos apareció luego ligado a otra trama más espesa. Pero como siempre quedó al margen, sin ser tocado por la Justicia. Uno de sus socios, Gustavo Nuñez era una especie de fantasma en la geografía narco de Rosario. Esa categoría encaja en su historia porque recién el 19 de junio de 2021 fue detenido con un cargamento de 391 kilos de cocaína que la organización que comandaba ocultaba dentro de una camioneta BMW en un galpón de Villa Gobernador Gálvez, ajeno a los enfrentamientos que se repiten cada día en esa ciudad por las disputas por un pedacito de territorio marginal para la venta de drogas.
En la causa que investiga el fiscal federal Walter Rodríguez aparecen indicios de que este hombre que fue procesado este lunes no solo articulaba la llegada de la droga de Paraguay en avionetas que aterrizaban en campos de la provincia de Santa Fe, uno de ellos en Larrechea, y Entre Ríos.
Se sospecha que desde esa región los cargamentos llegaban a Santa Fe por vía terrestre. Nuñez conducía su organización, que proveía de estupefacientes a bandas que operan en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia de Buenos Aires, con extremo cuidado y por lo que trasciende de la investigación desde hace mucho tiempo, lo que representó un desafío para los investigadores de Gendarmería, en un primer momento, y de la Policía Federal, después.
Los registros de migraciones de Nuñez aportaron un indicio que demuestra que este hombre se encargaba de la provisión de estupefacientes en el sur de Santa Fe por lo menos desde hacía más de ocho años. Es extraño cómo en ese periodo de la historia reciente del narcotráfico en Rosario, donde todos salieron manchados de sangre o están encarcelados, Nuñez logró salir indemne.
El 2 de abril de 2013, Núñez cruzó el puente San Ignacio de Loyola y entró en Paraguay a la 1.12 de la madrugada. Iba en una camioneta VW Amarok. El dueño del vehículo era Diego Cuello, que fue detenido dos días después de ese cruce. El que ordenó su arresto fue el juez Vienna, pero la causa pasó luego al fuero federal y el operativo fue declarado nulo. Cuello recuperó la libertad hasta 2015, pero fue detenido al quedar ligado al cargamento de droga que venía de Corrientes.
Fue a prisión hasta que este año empezó a gozar de la libertad condicional. Y decidió dejar Rosario para instalarse en Nogoyá, donde compró un campo y una casa, según publicó la revista Análisis.
Desembarcó en esa localidad cercana a Victoria de la mano de un abogado, “que quedó enredado en un caso turbio, con una herencia de por medio del hacendado Alberto Reggiardo, oriundo de Victoria, quien falleció en 1998, después de un accidente con su helicóptero en uno de sus campos, en Cerrito”, describe Germán de los Santos.
“El abogado primero intentó realizar una operación de compra de una importante vivienda en el centro de Nogoyá, pero no se la quisieron vender. Mientras tanto, el letrado se habría movido lo suficiente para tratar de determinar si podía contar con el apoyo logístico de algunos hombres del hampa de la zona y ver qué posibilidades tenía para el desarrollo del negocio de parte de Cuello”, continúa De Los Santos.
“El cuestionado letrado nogoyaense -agrega- nunca apareció denunciado por narcotráfico, pero sí tuvo siempre el dato del movimiento de determinados personajes lugareños dispuestos a participar de algunas actividades ilegales. Hay quienes sostienen que este abogado habría tenido contacto con determinados policías con algunos antecedentes poco claros, como así también con vendedores de droga”. Y a todos le decía lo mismo: “Está llegando pronto alguien muy importante vinculado a este negocio, que se quiere ir de Rosario por cuestiones de inseguridad y quiere apostar a la zona, instalándose en Nogoyá”.
El letrado concretó el alquiler de una casa en calle Maipú de Nogoyá, cerca de la escuela San Miguel y un campo de dimensiones importantes en proximidades de Betbeder. O sea, a escasos 10 kilómetros del casco urbano. La casa en Nogoyá de Cuello aparenta ser un lugar abandonado, pero está pensado así, para no generar mayor foco de atención.