Ante el reclamo, los obreros de la empresa Lamperti pidieron a su esposa y sus hijas que verificaran, porque ocurre a veces que tras una larga enfermedad los deudos desconocen al difunto. Pero la familia estuvo permanentemente junto a Ramón durante sus días de agonía, no había modo de confundirse.
El cuerpo volvió entonces de San Benito a Paraná en el mismo coche. En la morgue del hospital no supieron dar razones del error, y pidieron a las hijas de Ramón que reconocieran entonces el cuerpo.
Cuando dieron al fin con Ramón, los empleados del servicio desvistieron a uno para arropar al otro, y volvieron a San Benito, ahora sí, bajo supervisión.
Humilde, sereno, conversador, muy lúcido en distintos temas de la región, el septuagenario Ramón Márquez había perdido la vista y sufría varias dolencias, alguna de ellas vinculadas a las décadas de trabajo en hornos panaderos a alta temperatura.
Su esposa, sus hijos y demás familiares y amigos tomaron el episodio con indignación y comprensión al mismo tiempo. La ficción se hizo real. ¿A quién pertenecía el otro cuerpo que viajó a San Benito y volvió? Los Márquez no lo saben.